Estimado amigo, apreciable amiga:
Cincuenta años, como tales, son nada comparados con la eternidad; cincuenta años, en la vida del ser humano, son suficientes y si Dios nos da la oportunidad de vivirlos, son ocasión de darle gracias por ese hecho.
Pero cincuenta años dedicados por entero a la misión que Él nos encomendó, siempre con ahinco, con entrega, con voluntad, cumpliendo siempre la misión que se nos confía, sin descanso, sin tregua, sin descuidar ningún aspecto tanto de la vida pastoral como personal, eso, verdaderamente es algo fuera de lo común.
El pasado día 21 de Diciembre, en la Cd. de Colima, se llevaron a cabo diversos eventos que los sacerdotes y la feligresía de esa diócesis prepararon para agradecer a Dios juntamente con Monseñor José Luis Amézcua Melgoza, el permitirle llegar a cumplir 50 años de vida pastoral, misma que iniciara con su ordenación sacerdotal el 22 de Diciembre de 1962.
En dichos eventos se congregaron miles de feligreses, tanto de Colima como de los lugares donde le ha tocado ejercer su ministerio, además de las mas altas autoridades civiles y eclesiásticas del Estado de Colima incluyendo al C. Gobernador del Estado y el Representante Papal en México.
Posteriormente, el jueves 27 de Diciembre, fue agasajado en su tierra natal, Purépero, Michoacán, por sus paisanos y familiares con un servicio religioso y después una comida en su honor.
En ésta ocasión, quiero plasmar las palabras textuales dirigidas a Su Excelencia, Monseñor José Luis Amézcua Melgoza, Obispo de Colima, durante la comida mencionada para festejar sus bodas de oro sacerdotales, por el M.F.y L. Lino Solís Valencia:
Monseñor José Luis Amézcua:
Hace medio siglo, usted, al llegar el momento, muy probablemente entró en el estudio de su conciencia en cuyo umbral decidió despojarse de aquel traje de la jornada cotidiana para vestir ropas propias de la corte real y pontificia; asi ataviado entró dignamente en las cortes del Señor, Su Señor, porque, como dice el salmista: “El celo de tu casa me devoró”
Yo, personalmente no pude conocerle por circunstancias de tiempo: Usted salía, su hermano Javier, sus primos Roberto e Ildefonso, y yo, entrabamos a compartir los vetustos muros de arcilla de aquel derruido recinto que usted también compartió.
Esto y los lazos de amistad de ellos y otros familiares, como Don Luis Vega y su familia, honrosamente nos tienen aqui. Lo que agradecemos y aprovechamos para elogiar con modestia la elocuencia de los hechos, que hablan por ellos mismos, logrados por usted y apelar a la creencia de que envejecer de ninguna manera es una desgracia, sino una nueva aventura. Los años no arrebatan al hombre el vigor del intelecto, ni el goce por el estudio y la lectura, menos el trato con los amigos. Bajo las nieves del pelo cano, como en los volcanes, nace el fuego interior que nos alienta.
Enhorabuena Monseñor José Luis Amézcua, como todos los aqui presentes, unimos y elevamos las plegarias al Señor, en donde eterno more, para agradecer los portentos que en sus criaturas obra e implorar paciencia en nuestros sufrimientos y congojas. ¡Muchas Felicidades!
