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viernes, 17 de agosto de 2012
La muerte es real, pero tiene sentido
Estimado amigo, apreciable amiga:
En ésta ocasión, dejé a un lado la consabida serie de Reflexiones en Urícuaro hecha por un servidor, para ceder éste espacio a un buen amigo: el M.F.y L. Lino Solís Valencia para que nos de a conocer el artículo que lleva por título ésta columna.
Dicho artículo es un avance que aparecerá en su próximo libro que, me adelantó, llevará por título "Filosofía Popular, el arte de vivir viviendo" y que se caracterizará por tratar temas filosóficos y hacerlo entendible, como el dice, por todo mundo, enseñandonos a 'vivir viviendo'.
El Maestro Lino Solís Valencia, es conocido escritor y filósofo, estudioso profundo de los orígenes filosóficos que elabora sus artículos y tratados en forma llana, dirigido a todo tipo de lectores; pero no nos engañemos, leamos con cuidado sus obras (Espero seguir contando con algunos artículos posteriores) y notaremos la gran calidad poética y la elaborada prosa que en su misma complejidad, la hace totalmente comprensible en un entorno donde los temas filosóficos se antojan imposibles.
El presente tema, es uno recurrente para todos nosotros. ¿Habrá algun amigo, alguna amiga que no haya visto de cerca a la dama de la guadaña?, dejo pues la breve introducción y demos lectura a tan interesante artículo que nos reconcilia con el fin al que seguramente tendremos que llegar.
Presento a ustedes el texto íntegro de su gustada columna periodística.
LA MUERTE ES REAL, PERO TIENE SENTIDO.
Aún cuando sabemos que morir es natural, que es una necesidad, la muerte nos consterna; a tal grado que cualquier deceso, para cualquier familia, se convierte en una desgarradora tragedia. Quisiéramos que ciertas personas, especialmente nuestros familiares cercanos, nunca murieran. Esto es comprensible, pero no posible.
La simple idea de saber que hemos de morir ya es un tabú y nos pone a temblar. Rehusamos tocar el tema; y si acaso lo tocamos, hablamos de la muerte de los demás, jamás de la nuestra. Como si los mortales fuesen otros, no nosotros.
La muerte de ninguna manera es un concepto abstracto, como no lo es el nacimiento; La muerte es real, es la personificación misma de la ley inexorable de la realidad que se impone a cada individuo como Destino, Sino o Fin de la existencia.
Todo lo que nace perece. Quisiéramos nunca morir, la vida es tan dulce y atractiva; pero a todos los mortales está por igual decretada la muerte y no hay quien pueda presagiar si amaneceremos mañana, porque para ella no hay medicamentos como antibióticos, ni antídotos, ni vacunas; es la muerte una figura concreta con personificación y status propios o la mismísima necesidad fatal a cuyos altares nadie tenemos acceso y cuyas imágenes nadie puede venerar; por ende no hay intercesores porque ella es sorda al sacrificio, a las preces, a los ruegos y a los llantos. Su feroz cometido no conoce de clemencia; tampoco de misericordia.
A muchos mortales aterra hablar de la muerte; pero puede que estos sean los seres más tristes de la tierra, pues viven agobiados por el pánico que les causa pensar en la muerte y hasta se olvidan de vivir.
La muerte es como el dolor; llega muy callada, cuando menos se la espera: como un fantasma sin rostro. ¡Qué bueno porque partiríamos antes del día y hora señalados! Mejor fuera hacernos a la idea y familiarizarnos con ella.
Quien logre mirar la muerte con serenidad y logre asumirla como un hecho real y normal de su propia vida, ha logrado vencerla porque a partir de esa certeza logrará redoblar fuerzas para sacarle más ventaja a sus años que le restan de vida.
Bien se expresó Leclerq cuando dijo: “un hombre no es verdaderamente adulto hasta que ha mirado a la muerte cara a cara”. Así que… a ponerle más vida a los años, sin olvidar que se nos ha concedido tan sólo por un determinado tiempo limitado en medio de una vertiginosa competencia para ganar el regalo de este preciado Don.
Te imaginas, cuando nuestros progenitores decidieron tenerte a ti, a mí; a él o ella… cien... miles de espermatozoides se lanzaron ávidos por alcanzar el único óvulo que nuestra madre poseía en ese momento, y sólo tú fuiste el afortunado. ¡Qué maravilla y qué privilegio! ¡Sólo tu entre todos! ¿Y el resto? Simplemente pereció o no nació.
Si en el momento de esta inaudita unión el Dador de la vida te hubiese dicho: “Este es un viaje a la vida con duración más o menos de ochenta años… ¿Lo tomas o lo dejas?” ¿Con tal de no morir lo ibas a dejar? ¡Qué cobardía! ¡Hasta para vivir hay que ser osados!
Por necesidad, no podemos vivir siempre: Un día sería necesario morir; ¿Te imaginas por qué? Si muriendo por causas naturales, parece ser que tenemos sobre-población; sin morir, tendríamos que eliminarnos entre nosotros por necesidad. Así que me parece que la medida tomada por el Gran Diseñador de la vida es la correcta.
¿Por qué, entonces, tan pretenciosos? ¡Si pudimos conocer las maravillas del Universo del que sólo tú fuiste el afortunado y tus demás a bordo perecieron en el intento!, ¿No es un privilegio, un auténtico milagro? ¿Qué, entonces, regateas? Somos el producto de un providencial azar. Estar aquí, vivir, pues, es un hecho excepcional, único entre millones de posibilidades en contra, cuyas opciones sólo fueron las de ser o no ser. Y, sin embargo, eres, existes como el milagro más grande del mundo.
Y… ¡espera, eso no es todo…! No ha habido, no hay ni habrá alguien como tú. Cuando naciste se rompió el molde; es decir: eres único e irrepetible. No fuiste hecho como los coches, en serie.
¿Qué vas ha hacer con este regalo tan especial y tan exclusivo con duración de más o menos ochenta años? ¿Lo echarás por la borda antes de tiempo u optarás por darte un tiro para acabar con él? Nada de temores ni de congojas.
Aunque incierto sea el destino y acorde a su capricho obre, es válido que el que padezca le brinde sus dolores para lograr un poco de ventura y el que se halle en buenas lo ensalce y celebre por miedo a que le sobrevenga la desgracia. ¡Ah, procederes vacuos de los mortales!
¿Mudar, entonces el curso de la Naturaleza con mil menjurjes, con mágicos condimentos o locas mixturas para no morir y prolongar la vida? Tampoco. ¡Ah vejez maldita, nuestro peor adversario!
Inexorable es la muerte… Mejor dejar que la tierra cubra los restos y que retorne, cual debe ser, cada elemento al origen de donde procede. Que vaya el cuerpo a la tierra y vuelva el aliento a Dios, al fin que el cuerpo sólo nos fue dado como hospedaje del alma o de la vida y preciso es que vuelva a la tierra que siempre lo nutrió al cabo que tenemos más tiempo de NO SER, QUE SIENDO.
Portento es haber venido a este mundo por el tiempo que sea y muy digno de loas es el CREADOR por este solo hecho.
Si después de todo crees que vale la pena vivir aunque limitadamente, ¡Esfuérzate por ser feliz! para que cuando llegue tu hora te hagas merecedor a este epitafio:
“La tierra, aquí en su oculto seno, guarda el cuerpo de… y al alma los alcázares del cielo, ¡Alma que rauda volaste, ¿Qué estrellada mansión estás mirando?! Lino. Julio 2012.
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